EL ESCLAVO
ISAAC BASHEVIS SINGER.
Corre el siglo XVII y Jacob- superviviente de la sangrienta
matanza de judíos que el atamán Jmelnitski llevó a término en Ucrania al frente
de sus cosacos -es vendido como esclavo a un granjero Jan Bzik, en Polonia.
A pesar de ser esclavo es feliz. En el establo, rodeado de
vacas y ovejas, comiendo solo pan y agua, se siente libre. Allá arriba en la
montaña, disfruta de la paz del silencio. Allí nadie le prohíbe hacer sus ritos
matutinos, rezar sus plegarias. Es un hombre culto, era maestro de la “Tora” en
su pueblo Josefov. Enseñaba los rezos de su religión. Pero aquí, lejos de su
tierra natal, intenta recordar todo lo que sabe de su religión, pero su mente
está atrofiada. Su vida transcurre plácida hasta que conocerá a Wanda, joven
gentil, que le trae la comida cada día. Se enamorará de ella, pero la
abstinencia carnal es un pilar de su religión, y sentirá su cuerpo desfallecer
ante esta joven.
Es una lucha continua entre vivir en pecado o amar a esta
joven que hará tambalear su fe.
“Miró en su interior como si se asomara a un pozo profundo. Lo
que allí vio fue miedo. En el fondo enroscada como una serpiente, estaba la
pasión”
“Recuerda que este mundo es sólo un corredor-se dijo-. El
verdadero palacio está más allá. No hagas que por un momento de placer te
cierren las puertas.”
Y la amará tanto que le enseñará su religión, que la convertirá
en judía, aun estando prohibido. Se la llevará lejos de allí y Sara-Wanda “la
muda” será su esposa en Pilitz. Pero no puede hablar para que no descubran que
no es judía sino gentil. Pasarán dos años felices, pero Jacob no sabe cuánto
tiempo podrán esconder el secreto hasta que, estando Sara a punto de parir su
hijo, ya no podrán evitarlo: tanto dolor, un parto tan difícil, sabiendo que se
está muriendo, grita y habla en polaco. Sara se muere y Jacob que sabe que lo
mataran, escapa llevando en su corazón, la desdicha de no poder enterrarla.
Veinte años más tarde, Jacob volverá a Pilitz para buscar la
tumba de Sara y no la encuentra, es tan grande la congoja que siente que muere
sin saberlo, cerca de la tumba de Wanda.
Un amor eterno hasta la muerte, a pesar de las diferencias
abismales entre ambos.
“Amados y agraciados en vida, no fueron separados a la hora de la muerte.”
Esta novela está escrita en yiddish. La traductora hace un
trabajo excelente. Es un compendio de todo lo relacionado con su religión, sus
festividades, las oraciones para cada una de ellas, las comidas. Toda su vida
se rige por esas festividades.
Está estructurada en tres capítulos: Wanda, Sara, y El
regreso. Tiene una prosa preciosa, con unas descripciones extensas cargadas de poesía.
Es tierna y dura a la vez, pero merece la pena leer esta novela, escrita en yiddish, lengua por la que el autor recibió el premio Nobel en 1978.
“Aunque había anochecido, los murmullos del bosque no
cesaban. Entre las ramas siniestras risas, gritos de aves nocturnas. Un pájaro
repetía una y otra vez su aviso estridente, cual si de un profeta se tratase. La
luna asomó y comenzó a caer un relente finísimo, como pasado por un tamiz
celestial. El musgo exhalaba un color cálido y picante.”
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